viernes, 18 de septiembre de 2009

El puente arriba del agua

Y entonces me acuerdo
que tengo un velador rosa que me gusta;
de que tengo bajé dos kilos
y el pantalón negro de rayitas me entra de nuevo;
que me queda casi toda una botella de mi perfume favorito.
Me acuerdo
que tengo una risa tonta;
que tengo planes de cruzar el charco;
que adoro el pasto de plaza San Martín
y que mi pronuciación en francés es casi perfecta.
Me acuerdo
que se cantar y que tengo amigos que adoran escucharme;
que me emociono yendo a la cancha;
qe tengo un libro por la mitad.
Me acuerdo
que papá va a cocinar el domingo;
que me van a visitar mis sobrinas;
que el invierno ya se va
y que prometió venir a visitarme en el verano.
Me acuerdo
que tengo miedo
y que soy muy valiente;
que el pavor siempre fue el motor principal
y que hay alguien que me está leyendo.
Entonces me peino
y empiezo de nuevo.

El agua bajo el puente

Tengo miedo.
Miedo de que esto sea el todo
y de que sea definitivo.
De que otra vez golpeen la puerta.
Estoy asustada.
¿Sobre quiénes están mi pies?
Díganme si yo elegí pararme sobre Ustedes.
Mírenme,
vulnerablemente aterrada;
lista para ser el blanco de una duda punzante.
A punto de romperme en mil pedazos
que jamás podría volver a unir.
Mi temor injustificado
ayer se llamaba curiosidad,
pero a cambiado de nombre.
Le grito,
pero no responde.
Quisiera que enciendan la luz
para ver qué hay más allá.
Pánico
como un barro negro y viscoso
que pinta mis pies y deja huella;
que me falta el respeto,
que no tiene imagen.
¿La mitad?
¿Un cuarto?
¿Casi todo?
¿Cuánto pasó?
¿Cúanto dejé pasar?
No vuelve el mismo agua
a pasar por este río.
Nunca será idéntico el caudal.
Y tengo sed
pero no puedo beber
de este afluente de lágrimas.