jueves, 28 de abril de 2011

Lluevo yo.-

Ahora cometo otro error, el de personificarte y ponerte un alma. En estos días fuiste una imprudencia, mil trecientas cuarenta y seis de las lágrimas de las más amargas, una posibilidad, un pedacito de un pedacito de esperanza y vueltas. Vueltas en mi estómago, vueltas en mi corazón y en mi cabeza, vueltas en el reloj, en la historia. Pero en este momento sos un cuerpo que no quiero extrañar.

Te quiero echar alguna culpa pero ''culpa'' es la palabra que más me aturde en este momento. No debo estar pensando, no sé desde cuando. Por eso este enojo. Un enojo de madre. Pero ¿cómo se te ocurrió tocarme a mi? Imprudente yo por no haberte esperado y más vos por pensar que podías quedarte.

Lo siento, lo siento mucho, pero estoy tratando de delimitar mi propio espacio y separarte de mi cuerpo es poner el límite a mis capacidades y también asumirlas. No es que me resigne, sino más bien que empiezo a aceptar. Acepto que pasan cosas buenas y cosas malas y que cohexiten y existen la una dentro de la otra. Como nosotros.

No es que me desentienda, sino que empiezo a comprender. Y comprendo que te quiero, en otro tiempo. Hasta entonces estaré haciendo de éste, un lugar mucho mejor.