viernes, 28 de junio de 2013

El hombre verde

De adentro del propio mate, te digo. Salió justo cuando le echaba el chorrito de agua fría para que se hinche bien la yerba sin que se queme ¿Cómo se te ocurre que no lo iba a reconocer? Si traía el perfume del único hombre y tenía ese gusto de para toda la vida. En un segundo tenía su pelo de trigo sobre mis mejillas enrojecidas. No, no sé si lo esperaba pero sospechaba que saldría del mate alguna vez, o del mismísimo Río de La Plata. Y como para no perder la costumbre, llegó tarde.  Yo sé que estaba tapada la bombilla... pero venir a estas hora...

Hadas del mar

Pensé primero que eran hadas.

Juro que me pareció la explicación más razonable. Eso que saltaba a la par del barco, casi rozando el agua, para sumergirse por varios segundos hasta salir del mar, con gracia mitológica, a retomar su vuelo corto.

El Capitán me reveló el secreto. Eran peces con alas.
Peces voladores, más imposibles que las hadas.

Desde entonces pienso que si los peces pueden volar, yo también puedo hacer lo que quiera.