Bailan adentro al compás de un tambor,
hasta que mi propio cuerpo les queda chico.
Retumban, repican, golpean, me mueven.
Se organizan, se ordenan y se emocionan.
Tocan cada una de mis fibras
como si fueran cuerdas de un arpa.
Y entonces emprenden el viaje.
Toman cuerpo y fuerza para salir.
Adoptan la forma del alma y salen.
Tienen olor, color, luz propia.
Son mías, son para otros.
Viajan etéreas hasta que chocan con otras
del mismo aire, de otro color.
Se juntan y hacen magia.
Siempre voy a ser feliz cantando.
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