Antes de dirigirle la palabra ya sabíamos que no entendía el castellano y en cuanto lo vimos caminar fue claro que hablaba inglés. Por eso le pusimos "El Perri". Tenía el cuerpo de un cachorro y la cabeza de un perro grande; se movía con gracia, casi bailando tap.
El can anglosajón llegó a nosotras en una caminata crepuscular por las orillas del río Loro Huasi. Ibamos con "La Negra", guardiana fiel de nuestros malos pasos. Agotadas, nos acercamos al agua para ver como el cauce aumentaba con el ocaso, para fumar un cigarrillo y repirar los últimos rayos del sol cafayateño. Un ladrido que no comprendimos hizo eco en las piedras. Así se anunció el Perri, y se hechó a un costado. Le dimos la bienvenida con gracia, pero parecía ignorarnos. Es que no fue hasta que se paró y puso en marcha su porte de señorito inglés, que comprendimos que era de otras tierras.
Con la fresca decidimos marcharnos, y él decidió seguirnos. Caminamos sin ningún sobresalto pero de repente el camino por el que habíamos venido estaba cerrado con vayas. Volvimos sobre nuestros pasos y en la oscuridad, un farol de luz amarillenta interrumpió la noche con su luz impertinente. Y después sólo me acuerdo de los ladridos.
Feroces, violentos, ladridos que defendían la propiedad privada y mordían sin dientes los oídos del que escuchaba.
-"Respirá y seguí caminando"- grito Lula. Y yo, parada en el abismo del ataque de pánico y a punto de saltar, le hice caso. Busqué, sin éxito entre las penumbras a La Negra. El Perri tampoco estaba. Con el aumentar de los ladridos fue evidente que los perros habían salido en nuestra defensa. El perro, es el mejor amigo del hombre.
Detrás de nosotras una respiración agitada anunciaba una presecia. Mariel sacó la linterna e iluminó la breve figura del Perri que caminaba rengo de una pata. Pobre Perri. Apresuramos el paso para salir del lugar y cuando la calma fue reestablecida, también se restableció la salud del perro y que nunca se había ido de nuestro lado y que había fingido renguera para no efrentarse con los otros animales.
Por eso extraño a La Negra.