Suficiente castigo tengo habiendo perdido toda autoridad sobre tus manos, la voluntad sobre tu cuerpo, la incondicionalidad sobre tu alma y tu corazón entero.
Era un camino seguro. De ida y de vuelta.
Tu confianza, tu apoyo en mi apoyo, ¿cuántas veces te los quité?
Ni convencerte, ni manipularte, ni prometerte... ni siquiera amarte.
Que el dolor que te causé desate tus alas. Y que, para cuando el horizonte esté más cerca que nuestra cama, te hayas olvidado de mí y de cuánto te hago falta.