-"Mercedes"- me dijo, y después lloró.
Era joven, limpia, se llamaba Mercedes y sabía llorar; por eso le pedí que se dejara la ropa puesta. No la quise ensuciar.Entonces detuvo su llanto.
Cuando Mercedes no llora, se ríe con el cuerpo, con todos sus recuerdo, con los antepasados...En Mercedes se ríe todo el Norte y su risa es una catarata en el desierto o de una salina.
Bailamos, bebimos, nos acariciamos, hablamos poco, dormimos, soñé con su risa para no olvidarla jamás, amanecimos, le pagúe, se fue, yo no volví.
Hubiera querido darte la juventud que no te daban, un vestido que te cubriera la verguenza y el hombre que todos los días me cuesta ser. Entonces yo también era joven, y bastante tirado. Pero ahora soy un Señor, Mercedes y pretendo devolverte lo que te fue quitado; porque en mis oídos grabé tu risa para reconocerte hoy, 12 años más tarde.
Entré en la casita del costado de la ruta. De espaldas todas eran iguales, pero yo la oía a ella, aún sin verla. Seguí su eco que me llamaba, repitiendo entre carcajadas mi nombre. -"Ernesto, vení"-suplicaba. Y yo me desesperé entre la media luz colorada del burdel. Hasta que la ví...
Ya no era joven, ni limpia, ni aparentaba recordar como llorar. La encontré, tendida sobre otro hombre, ahogada en vino barato, con los ojos rojos, perdidos, feroces. Pero era ella. La hubiera reconocido entre todas las putas y todas las damas del mundo.
Le toqué el hombro y Le dije-"Te vine a buscar, Mercedes"- y cuando me vio ella también me reconoció.
-"Ni siquiera me llamo Mercedes"-
Sonó el cascabel de su garganta y se entregó al otro nuevamente.
Mejor así, pienso yo. Porque en algún lugar está viva e está intacta, joven y limpia; se llama Mercedes y sabe como llorar.
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