La viuda de un marido golpeador al que siempre ha amado, que ve en su duelo el alivio de sus males, el blanqueo de sus marcas.
Una monja embarazada, que en su pecado encuentra, como un regalo del Dios que no castiga, la gestación del amor en todas sus formas.
Que te hayas ido...
El dolor, hecho piedras preciosas, se afirma contra la espalda. Roe mi cabeza, la conciencia, con sus dientes afilados. Pero el corazón al fin está en paz.
1 comentario:
es bueno leer eso!
(aunque sea tarde! porque mientras que no hay mal que por bien no venga, tambien tarde pero seguro! (?))
Publicar un comentario